Cultura
El arte urbano ante el espejo

El arte es de quien lo crea y de quien lo observa, pertenece a ambos. En el caso del arte urbano la conversación se abre también a la ciudad, haciendo partícipe a cualquier viandante que no ande con la mirada gacha. En València invade las calles y ahora también la Universitat Politècnica de València, gracias al programa Polinitza, que celebra este año su 18º edición. En este festival los artistas invitados de otros países, y los valencianos seleccionados dentro del concurso, pintan todo el recinto de la Universitat cada año, “polinizándola” con nuevos murales. De esta forma se celebra el arte del grafiti, que deja de ser considerado como «un acto vandálico» y pasa a ser celebrado.
Para desempañar el espejo sobre el que se refleja el arte urbano la Universitat organiza las charlas Polinitzados, con las que reflexiona sobre este arte. Culturplaza asiste a una mesa redonda sobre las Perspectivas culturales en el arte urbano, de la mano de las artistas Mura, Stillo Noir y Joana Rego, con Álvaro Porras como moderador. Una charla para reflexionar sobre cómo se extiende el grafiti y el muralismo en cada ciudad. De la mano de tres artistas mujeres se abordan diversos tópicos que marcan este mundillo -desde su enfoque más cultural- y que se desgranan en tres bloques clave sobre los que reflexionar: la importancia de ser mujer en un universo gobernado principalmente por hombres, los límites de la legalidad, y el futuro que se teje entre muros y murales.
La realidad de las mujeres grafiteras
Las tres artistas coinciden que una gran parte de lo que pasa en el mundo del grafiti es que no existen muchos referentes femeninos, y que para paliar eso hay que dar en el clavo en materia de educación. Joana es docente de muralismo en São Paulo y explica que ahora en sus clases es cuando se está empezando a alcanzar la paridad entre hombres y mujeres, en una respuesta cadena gracias a las nuevas referentes: “Hay que valorar el trabajo de las personas y sus procesos, y en un escenario profesional en el que no hay curators que sean mujeres muchas veces es complicado que el trabajo de las compañeras sea seleccionado”; explica sobre la situación en los concursos, “todo comienza desde una base de selección de jurado, por ejemplo, y cuando más mujeres haya en cargos de poder más perfiles así podremos ver en las calles”.
En la misma línea Stillo Noir considera que a veces su trabajo se valora solo por “ser mujer” y cumplir la cuota en según qué festivales, pero sin tener en cuenta criterios artísticos clave: “Muchas veces se nos selecciona por el simple hecho de ser mujeres, cuando realmente lo que hay que valorar es la persona y el arte independientemente de su género. Esto lleva a problemas de organización básicos en los que por cubrir la cuota todo vale”. Relatando alguna de sus experiencias expone que le llegaron a invitar a un festival -del que prefiere no compartir el nombre- en el que tuvo que alojarse con hombres de más de 50 años sin considerar su voluntad de dormir en una habitación a solas o en todo caso con mujeres.
De esta forma anima también a que cuando una entidad prepare un concurso sobre arte urbano o similares sea capaz de distribuirlo por los canales adecuados: “Gracias a las redes sociales se puede llegar a públicos muy diversos. Hay que publicar el anuncio en perfiles que se refieran a nuevos colectivos y no quedarse solo en las redes institucionales de los organizadores”.
Por otra parte, Mura opina que en el mundo del grafiti -comprendiéndolo como práctica aún ilegal en según qué lugares- es necesario ir “bien acompañada” tanto para localizar como para pintar. Considera que si no existe un grupo de mujeres al mando a veces es difícil moverse por las calles: “Yo he pintado mucho en Portugal porque iba acompañada de un hombre, pero si no te tienes que crear tu propia pandilla. Al es un acto colectivo, hay que tener en cuenta que se lleva a cabo en lugares más bien abandonados y en momentos de noche, cuando las mujeres no nos sentimos seguras”. De esta forma considera que prácticas como el muralismo o eventos en los que se puede pintar en lugares seguros (y de día) podrían animar a más mujeres a formar parte del mundillo.
Al final las artistas piden que siempre se valore el trabajo y la creatividad ante el género, en cualquier aspecto. “Se trata de enfrentar a las personas, según el trabajo y sus resultados”, explica Joana sobre la selección de perfiles para concursos y encargos, “cuantos más referentes haya más cambio podremos ver, y positivamente este progreso se va notando”. Un buen ejemplo de esto es Mura, su alumna, quien reconoce que ve cada vez a más mujeres por las calles provocando, en cierta manera, un efecto reclamo: “Cada vez siento menos vergüenza por ocupar una pared, y veo que se crea una mejor comunidad. Cuantas más mujeres lo hacen más barreras se rompen”.
De la ilegalidad al reconocimiento
De la mano de la fuerza colectiva para crear los grafitis también van los espacios. Cuenta Mura que considera que uno de los motivos por los que más mujeres se convierten en grafiteras (o muralistas) es gracias a los encargos en los espacios seguros: “Es una manera segura de recibir un encargo, y de ocupar un espacio sin miedo a lo que pueda pasar”, comenta.
De la misma forma si ellas quieren autogestionarse y vivir de su arte deben cobrar por las comisiones que realizan. Esto, tal y como lo explica Stillo Noir -en según que casos- choca un poco con la idea original del grafiti, que nace más bien como una protesta urbana. Ahora bien, explica la artista que tal y como avanzan las cosas cabe tener en cuenta que el paso para monetizar este arte no lo libera de su intención o carga para la queja. Para Mura esta realidad es muy palpable ahora mismo en Portugal, donde los mensajes que se quieren contar pueden expresarse igualmente hasta en los encargos pagados: “Al final todo está cambiando, nos movemos en una generación que se permite innovar con el arte del spray. Lo que exponemos es tan técnico como estético, y al final lo que busca es generar una emoción, ya sea sobre temas políticos o sobre otras preocupaciones sociales”.
En respuesta a esto Joana, su docente de la asignatura de muralismo, considera que cabe tener cuidado con el art-washing que hacen muchas marcas, en murales en los que supuestamente apoyan a los artistas cuando realmente lo que buscan es rebajar el mensaje político del grafiti a algo que simplemente cree una imagen bonita. Tanto ella como Mura dibujan obras con motivos florales, que muchas veces se prestan a los murales por tener un mensaje apolítico. Mura explica que pinta la naturaleza porque es “un escenario más de nuestras vidas” y porque en Sao Paulo es una manera única de dar vida propia a la ciudad, y no por librarse de la carga del mensaje social, sino porque les gusta.
Saltar del muro al mural
De las tres mujeres que participan en la mesa redonda Perspectivas culturales en el arte urbano tan solo Joana comenzó en el mundo del grafiti en los años 80, momento en el que pocas mujeres ocupan la calle. En aquella época hubiera sido imposible imaginar que podría existir un ciclo organizado por una universidad para que las paredes de las facultades se vistan de arte, y se celebre a las artistas a través de este trabajo.
Tanto Stillo Noir como Mura, que pertenecen a una generación posterior, y admiten que su inclusión al universo del arte urbano viene más bien de labores que tenían que ver con el muralismo. Para Mura la clave fue comenzar pintando paredes de restaurantes y murales de interior, pero cuando llegó a la calle vio que podía interactuar con mucha más gente: “En Brasil es una manera clave de interactuar con las personas, es un arte abierto y para todo el mundo y es una manera de tener un estudio abierto”, comenta.
Stillo Noir considera que los encargos de muralismo les permiten una accesibilidad económica a la par que intelectual: “En el mundo de las artes visuales considerar estos encargos es como elevar el arte, convertirlo en algo de culto. Es una manera de democratizar el arte pero a la vez haciéndolo accesible para todo el mundo, sin barreras físicas”. Coincide con Mura en que, de esta forma, es como si el museo pudiera verse en la calle, generando un impacto real en quienes son capaces de verlo: “El arte genera un impacto visual, y según quien lo mire contará con una interpretación u otra, sin necesidad de haber contado con una educación en historia del arte y sin la sensación de poder sentirse pequeño o perdido frente a los muros”.
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Cultura
Carlos Alsina recibe el premio Luca de Tena de manos de los Reyes: «Me dijeron, ¿no te das cuenta de que si vas a la radio nunca te darán ese premio?»

El director y presentador del programa ‘Más de Uno’ de Onda Cero, Carlos Alsina, ha sido galardonado este martes en Madrid con el prestigioso premio Luca de Tena, que concede el diario ABC. Un reconocimiento que le ha sido entregado por los Reyes, don Felipe y doña Letizia, en el marco de la ceremonia de entrega de los premios periodísticos que celebra el periódico.
El jurado ha destacado la trayectoria del periodista madrileño, su espíritu creativo y su capacidad para renovar el lenguaje radiofónico con formatos como ‘La España que madruga’, ‘La Cultureta’, o la recuperación de la radioficción, una seña de identidad en su carrera. Durante su discurso de agradecimiento, Alsina ha hecho un emotivo repaso por sus inicios como periodista y ha defendido el valor de la palabra hablada, «tan noble como escrita». «Eso es precisamente lo que nos hace útiles, tener voz propia y no emular las voces de los demás», subraya.
Tal y como confiesa el periodista, lo primero que le dijeron cuando comunicó que dejaba el periódico para irse al medio que más le gusta fue: «La radio es de charlatanes. La radio es de feriantes». Estas palabras no calaron tanto en Alsina, al menos no tanto como las que le dijo su jefe después: «¿No te das cuenta de que si vas a la radio nunca te darán el Luca de Tena?». «Ahí flaqueé. Pero me repuse. Cambié el periódico, la prensa escrita, por la radio», declara Alsina.
Haciendo un recorrido por todos los aprendizajes que ha adquirido al comenzar su etapa radiofónica, Carlos Alsina recuerda la tragedia de la DANA de Valencia: «no tuve que explicar a los oyentes la mañana del 1 de noviembre en Valencia para que sintieran, como todos los que estábamos allí, el alivio al escuchar el motor del primer camión que traía maquinaria pesada, abriéndose camino entre el barro que une Benetússer y Alfafar». Y es que «a menudo, en la radio, el sonido es lo más parecido que tenemos a una fotografía. Esta todo ahí», añade.
Este galardón se suma a una larga lista de reconocimientos que ha recibido Alsina a lo largo de su carrera, entre ellos, tres premios Ondas (2015, 2019 y 2024), la Antena de Oro (1995) o el Francisco Cerecedo (2023).
Palabras de Felipe VI
El rey Felipe VI ha elogiado la «visión incisiva de la actualidad» de Alsina, su «elegancia» y «fina ironía», destacando además su dominio de la radio: «Una habilidad especialmente difícil que él maneja con destreza inconfundible». Durante su intervención, el monarca ha hecho un llamamiento a los profesionales de la información para que ejerzan su labor con «responsabilidad» y no cedan «ante el ruido y la aceleración». «Solo así se fortalecen las democracias», ha afirmado.
Felipe VI ha defendido que, en un entorno saturado de noticias, el periodismo debe conservar su esencia: «informar con veracidad, promover el debate público y estimular el periodismo crítico». Acompañado por la reina Letizia, ha reconocido la labor del periodismo «responsable, honesto y riguroso», asegurando que sin él, la sociedad «perdería la base misma de su capacidad para discernir y decidir».
Fuente: Antena 3 Cultura.
Elena Basanta.
Cultura
Barcelona, ciudad de prodigios literarios en permanente renovación

Sol abrasador en el centro de la ciudad, calor como de fundición de acero en la plaza Sant Felip Neri y un cadáver emparedado en un palacete en ruinas que muy probablemente acabe convertido en exclusivo hotel ‘boutique’. “En este barrio nada es lo que parece. La mitad es auténtica, la otra mitad es una fantasía bien restaurada”, anuncia Sergio Vila-Sanjuán a propósito del empedrado ‘gótico’ del siglo XIX en el que se desarrolla parte de su nueva novela, ‘Misterio en el Barrio Gótico’. A unos pocos metros, en el Saló de Cent del Ayuntamiento, Barcelona detalla el programa de su participación como invitada de honor en la próxima Feria Internacional del Libro de Guadalajara, pero en este rincón de Ciutat Vella, junto a esa fuente “contemporánea de los Beatles”, un grupo de periodistas pasa de la teoría a la práctica para seguir los pasos de la penúltima novela ‘made in’ Barcelona.
A pie de calle, se diría que el Ayuntamiento se ha conjurado para homenajear a Eduardo Mendoza, ‘Sant Cristo Gros’ de la expedición literaria, recreando con todo lujo de detalles el laberinto de zanjas que engullía una y otra vez al simpático narrador de ‘Sin noticias de Gurb’, pero no va por ahí los tiros. “Todas las ciudades cambian muchísimo con el tiempo, pero Barcelona muchísimo más. La de mi infancia, por ejemplo, ha desaparecido. No la reconocería nunca. No la reconocería ni su padre”, lamentaba el autor de ‘La verdad sobre el caso Savolta’ al poco de saberse ganador del último Premio Princesa de las Letras.
Por suerte, para eso están las novelas; para conocer, reconocer y leerse en las páginas de ‘El Quijote’, ‘Diario del ladrón’, ‘Vida privada’, ‘La magnitud de la tragèdia’, ‘La ciudad de los prodigios’ o ‘El día del Watusi’. Barcelona, ya saben, como «archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única». ¿Aún hoy? Veamos.
Nuevos temas para los barrios de siempre
A la hora de abrir fuego, Vila-Sanjuán, ganador del último Premio Fernando Lara, barre para casa. “El Barrio Gótico como tal no había sido abordado en ninguna novela, siempre aparece de formas laterales y en capítulos de muchas novelas, pero no en su conjunto y con la intención de interrogarse sobre qué significa», defiende. Para ello, ‘Misterio en el Barrio Gótico’ se viste de intriga clásica y nostalgia periodística (el protagonista, Víctor Balmoral, haría muy buenas migas con su creador) mientras se asoma a la ciudad de los prodigios desde la memoria urbana, la falsificación del pasado y la crítica a la turistificación, nuevos clásicos populares de la novelística barcelonesa.
No parece casualidad: en los últimos años, títulos como ‘Jo soc l’ultima Plaça’, de Alba Gómez Gabriel: ‘Consum preferent’, de Andrea Genovart; ‘Lectura fácil’, de Cristina Morales; ‘La próxima vez que te vea, te mato’, de Paulina Flores; o ‘Igual que ayer’, de Eduard Palomares, han ayudado a visibilizar nuevas tensiones y abrir plano para encuadrar también la gentrificación, el turismo de masas y las desigualdades sociales. ‘Barcelona posa’t guapa’, sí, pero tampoco demasiado.
La ciudad, relativiza Vila-Sanjuán, «está hecha de todas estas realidades”. También, añade, de las capas de romance gótico y fantasía sobrenatural que fijó en los cimientos su amigo Carlos Ruiz Zafón, fallecido hace ahora cinco años y, aún hoy, el mejor embajador literario de la ciudad. «Es imposible acercarse al género Barcelona sin sentir su presencia, pero venimos de mundos diferentes. Él venía del fantástico, yo del histórico y periodístico», esquiva. Zafón, mientras tanto, sigue siendo el autor en español más leído del mundo y la Barcelona neblinosa y agrisada de ‘La sombra del viento’, la ciudad del vapor y la ceniza, suma nuevos adeptos en países como Mongolia, Etiopía o Kurdistán.
De leyendas como esta, 50 millones de libros vendidos y subiendo, se alimenta la mitología de la Gran Novela de Barcelona, ilustre linaje en el que conviven desde tótems literarios como Juan Marsé y Mercè Rodoreda a superventas de largo recorrido como Ildefonso Falcones, y especie en (aparente) peligro de extinción por puro agotamiento: ante lo homérico de acercarse a la ciudad con toneladas de paciencia y ademanes de novelista victoriano, muchos autores han optado por recluirse en un rincón de la ciudad y construir desde ahí un mundo propio. Tampoco esto parece casualidad y abundan los ejemplos recientes, con Maria Roig llenando de literatura y desazón generacional el socavón del Carmel en ‘Ama de casa’, o Xavier Bosch, ‘best-seller’ recurrente y gran triunfador de la diada de Sant Jordi, evocando los días de gloria de la calle Tuset y la Barcelona del diseño y la publicidad en ‘Diagonal-Manhattan’.
De Horta al Raval
Hay más, claro, y este microcosmos libresco lo mismo caben el Guinardó gris y anticlimático de Carlos Zanón que la zona alta de Gràcia de Juan Pablo Villalobos; el pasaje de Ciutat Vella que le valió a Maria Carme Roca el último premio Santa Eulàlia y el Eixample microscópico que Dioni Porta condensa en ‘Empujar el sol’.
En ‘La quarta noia per la dreta’, una de sus últimas novelas, Andreu Martín evoca el Eixample sin pavimentar y el Paral·lel como «paseo del pecado» en la Barcelona de principios del siglo XX, mientras que no muy lejos de ahí, en las Tres Chimeneas de Sant Antoni, Andreu Claret arroja al protagonista de ‘La casa de les tres xemeneies’, hijo de exiliados republicanos, para que descubra los cambios sociales que empezaban a intuirse tras la rigidez autoritaria del franquismo.
Siguiendo la ruta, parada exprés en Horta para saluda a los jubilados desaparecidos de ‘El rol del Roc’, novela con la que Màrius Serra se lo pasa en grande en su barrio de toda la vida, y tarde libre para empaparse de las nuevas voces surgidas en el Raval, polo de atracción delincuencial y marginal que el dramaturgo Eduardo Olesti ha convertido en impagable telón de fondo de su primera novela, ‘Gossos dempeus’. En el menú, una Barcelona oscura y violenta en la que la sarna corre aún más rápido que la precariedad.
Sin apenas cambiar de acera, Adrià Targa fantasea en ‘Arnau’ con encuentros delirantes con Jaime Gil de Biedma y Jacint Verdaguer mientras despliega un poema narrativo con paradas en el Corte Inglés de plaza Catalunya y, en fin, en las zonas más incómodas de la Barcelona contemporánea. Salvaje y asfixiante es también ‘Hiperràbia’, novela con la que Ferran Grau homenajea a ‘La naranja mecánica’ de Anthony Burgess y, al mismo tiempo, recrea muy libremente el asesinato real de Rosario Endrinal en un cajero automático de Sant Gervasi en 2005.
Otro barrio, mismos problemas y una nueva muesca en la cartografía de esa Barcelona literaria de la que también hay quien se aleja por voluntad propia. Es el caso de Miqui Otero, a quien después de escribir ‘Rayos’ y ‘Simón’ le cayó encima una portavocía no solicitada contra la que se ha querido rebelar en ‘Orquesta’, su última novela. «Llega un momento en el que me agobia un poco esa sensación de estar haciendo de cronista de la ciudad, que es algo que no pretendo», reconocía el escritor durante las entrevistas promocionales de un libro con el que cambia la Barcelona post borrachera olímpica por un coro de personajes en una aldea gallega.
Un camino perfectamente inverso ha seguido Colm Toíbín, quien ha vuelto a volver, que dirían Mujeres, para recuperar su ‘Homenatge a Barcelona’, apasionada carta de amor a la ciudad que publicó por primera vez en inglés en 1990 y en catalán en 2003 pero que permanecía inédito en castellano. «La ciudad se ha convertido en un mosaico de enclaves discretos que se sostienen entre sí», escribe el irlandés. Lo mismo podría decirse de las novelas, hermanadas y haciendo piña para acabar dando forma a una gran novela barcelonesa que es realidad la suma de todas las demás.
Fuente: El Periódico de España.
David Morán.
Cultura
El DHub rinde homenaje al diseño que sustentó la revolución pacífica de Allende

En enero de 1971, el Gobierno de Chile encabezado por Salvador Allende puso en marcha la campaña Medio Litro de Leche, un programa que perseguía combatir la desnutrición infantil proporcionando, con carácter universal, una ración diaria de leche a todos los menores de 15 años y a las mujeres lactantes y embarazadas del país. Muy pronto, la cucharilla de plástico para dosificar la leche en polvo se convertiría en el símbolo del éxito del programa, que fue adoptado por otros gobiernos de la región. Tiene todo el sentido que una de esas cucharillas, «la única que se conserva de ese periodo», ocupe ahora un lugar central en la exposición ‘Cómo diseñar una revolución. La vía chilena al diseño’, que entre el 2 de julio y el 16 de noviembre muestra en el Disseny Hub Barcelona (DHub) la relevancia que el Gobierno de Allende otorgó al diseño como herramienta para llevar a cabo su proyecto político.
Un proyecto político, la llamada ‘vía chilena al socialismo’, que perseguía la transformación de la sociedad y la economía de una manera pacífica a través de las instituciones democráticas y burguesas. «El cuidado de la población estaba en el centro de esas políticas», subraya Hugo Palmarola, uno de los tres comisarios de la exposición junto a Eden Medina y Pedro Ignacio Alonso. La cucharilla dosificadora, un pequeño objeto de diseño industrial, tiene en ese relato tanta importancia como la colorida ilustración que Vicente y Antonio Larrea realizaron en 1970 para la portada del álbum ‘Canto al programa’, del grupo Inti-Illimani, y por eso ambas piezas se presentan juntas en el inicio de la muestra del DHub, «a modo de manifiesto curatorial», apunta Palmarola.
Un país a la vanguardia
La exposición reúne unas 250 piezas de diseño gráfico e industrial de ese periodo, 1970-1973, un tiempo en el que, según Palmarola, «Chile estuvo a la vanguardia del pensamiento y la acción política y también a la vanguardia del diseño». La vía al socialismo articulada por los partidos de izquierdas que formaban parte de la Unidad Popular «era un proyecto para el pueblo y, por tanto, tenía que llegar a toda la gente», señala Pedro Ignacio Alonso. De ahí la importancia que adquirieron el cartelismo y los afiches explicativos, pero también la música -son los años en que emerge la llamada Nueva Canción Chilena- y la edición de libros, para «reducir el analfabetismo y fomentar el pensamiento crítico» (la muestra rinde homenaje a la editorial estatal Quimantú, que en poco más de tres años llegó a publicar 11 millones de volúmenes en un país con nueve millones de habitantes).
Uno de los elementos más llamativos de la exposición es la reconstrucción de la sala de operaciones de Cybersyn, un proyecto concebido para conectar las industrias estatales con tecnología cibernética que permitía un gestión participativa de la producción y que hoy parece salido de una película de ciencia ficción retrofuturista (y que fue estudiado para una posible adaptación por el Govern de la Generalitat durante la presidencia de Pasqual Maragall).
Todas esas iniciativas quedaron truncadas con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y el asalto de las tropas comandadas por Augusto Pinochet al palacio presidencial de La Moneda, en la plaza de la Ciudadanía. Bajo esa plaza, frente a la fachada sur del palacio, se encuentra hoy el Centro Cultural La Moneda, y fue allí donde el 11 de septiembre de 2023, exactamente medio siglo después del inicio del golpe, se inauguró la exposición que ahora puede verse en el DHub. «No es solo una cuestión de memoria histórica o nostalgia -afirma Eden Medina-, sino una invitación a reflexionar sobre los desafíos que tenemos hoy en día».
Fuente: elPeriódico.
Rafael Tapounet.
Radio Millenium Online


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