Connect with us

Cultura

Murcia, año 2000 a.C.: nace el primer Estado de Europa

El Premio Nacional de Arqueología del Fundación Palarq respalda las investigaciones en la cultura argárica, una civilización que se adelantó a su tiempo y se autodestruyó en 600 años.

La Almoloya, lindando entre los términos municipales de Pliego y Mula, fue, seguramente, uno de los más importantes asentamientos de la cultura argárica. Sus restos están situados sobre un cerro allanado que domina un extenso terreno de monte bajo. Se trata de un emplazamiento estratégico privilegiado que favoreció su ocupación durante más de 600 años, entre 2200 y 1550 a.C. El yacimiento fue dado a conocer en 1944 por Emeterio Cuadrado y Juan de la Cierva.

Los descubrimientos realizados en el lugar, desde el inicio de las intervenciones en 2013, dentro del marco del Proyecto «La Bastida», indican que La Almoloya era un centro político – administrativo de concentración de riqueza de primer orden dentro del territorio político de El Argar. Los resultados, sin lugar a dudas, arrojan nueva luz sobre la política y las relaciones de género en una de las primeras sociedades urbanas de Occidente.

Entre sus restos ha podido documentarse una trama urbana única durante su fase de apogeo. El lugar estuvo densamente ocupado por varios complejos residenciales de unos 300 metros cuadrados, formados por entre ocho y doce habitaciones cada uno, distribuídos entre angostas calles y drenajes. Entre los distintos ámbitos se ha podido constatar la existencia de una amplia sala de reuniones o audiencias especializada en el ejercicio del gobierno, desde la que, sin duda, se regiría la vida de muchas otras comunidades de la región. Este espacio en cuestión, de techos altos y unos 70 metros cuadrados, tendría capacidad para unas 64 personas sentadas en los bancos que se adosan a sus paredes y está dotado de un gran hogar ceremonial y un podio de carácter simbólico. Este hallazgo supone una revolución en los contextos de la Edad del Bronze de Europa Occidental.

 

Continue Reading
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cultura

El Palacio de Liria enseña al Colón más íntimo con una exposición de sus cartas y otras joyas de su colección americana

Cuando Cristóbal Colón se despedía de su hijo en una carta, el texto no se cerraba con un “besos” o “un abrazo”. Eran otros tiempos y otro uso del castellano, pero Colón, un hombre de antes, con una reputación noprecisamente buena y al que imaginamos recio, endurecido por sus aventuras y responsabilidades de gobierno, dejaba traslucir una cierta expresión de afecto al final de una misiva dirigida a su primogénito, Diego: “tu padre que te ama como así”, se puede leer. Más allá de esa despedida aparentemente sensible, aquella carta sorprende por su contenido, que tenía un objetivo claro: decirle al hijo, por entonces paje de la reina Isabel la Católica, que le hiciera entrega de otra carta para ella y también de una pepita de oro célebre en las colonias por su tamaño. Colón necesitaba congraciarse con la corona, porque sus relaciones con los monarcas no pasaban por su mejor momento. “Dáselo cuando acabe de comer, que creo que estará más dispuesta a oírte, y dile que es por agradecimiento a lo bien que se ha portado conmigo”, se puede leer en la carta.

Ese lado más íntimo del conquistador es uno de los aspectos en los que se ha querido enfocar la exposición Cartas de Colón. América en la Casa de Alba, que acaba de inaugurarse en el Palacio de Liria, la residencia estable de los duques a la cabeza de esta dinastía desde hace tres siglos. Allí se podrá visitar hasta el 16 de febrero. La muestra reúne por primera vez una gran parte del riquísimo patrimonio americano que está en manos de la familia, y que no solamente incluye 24 de las alrededor de 40 cartas autografiadas por Colón que se conservan, y que son las grandes estrellas de la exposición (cartas que el navegante escribió con su mano, que firmó o sobre las que hizo anotaciones), sino también muchos otros tesoros documentales y artísticos relacionados con su figura y con el proceso de conquista y gobierno de las colonias españolas en América a lo largo de varios siglos. Como las cartas, la mayor parte forman parte de la ‘colección americana’ de los fondos de la Casa de Alba, pero para completar la panorámica que se ofrece también los hay prestados por instituciones como el Museo del Prado, el Museo de América, el Archivo General de Indias o la Biblioteca Nacional.

La carta de Colón a su hijo Diego, de 1498. / FUNDACIÓN CASA DE ALBA. PALACIO DE LIRIA

Las cartas se han dispuesto en un display esférico que ocupa una de las salas del ala lateral del palacio donde se ubica la exposición, a la que se accede desde los jardines. Se han organizado en diferentes secciones y están acompañadas de otros documentos que tienen que ver con ellas y que nos sirven para ponerlas en contexto. Una de las secciones es el primer viaje colombino, cuando su expedición descubre la isla La Española (que hoy en día se dividen Santo Domingo y Haití). Podemos ver documentos en los que Colón apunta minuciosamente el salario de sus marineros, y también un dibujo del perfil de su costa. En ese momento todavía no sabía que aquella porción de tierra, en lugar de continente, era una isla. Otro bloque agrupa las cartas de Colón a los reyes y de los reyes a Colón mientras sus relaciones todavía iban bien. En el siguiente, en cambio, se reúnen documentos de la caída en desgracia del navegante, cuando siendo gobernador del Virreinato de las Indidas, los Reyes inician un proceso para destituirle por la mala administración de aquel territorio. Hay documentos del ‘juez pesquisador’ que hace la investigación y también están tres memoriales, de los cuatro que se conservan, que Colón redactó para defenderse.

Ofreciendo de nuevo esa versión más íntima están las «siete cartas de Colón al padre Gorricio, fraile de la Cartuja de Sevilla, que era donde Colón tenía depositados su dinero y también sus documentos”, apuntaba Consuelo Varela Bueno, investigadora de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del CSIC especializada en la figura de Cristóbal Colón. Varela es la comisaria de la exposición y hablaba con entusiasmo, durante su presentación, del material reunido para la muestra. “Esas son unas cartas muy bonitas, casi todas escritas desde Sanlúcar. Le dice, por ejemplo, que no ha podido zarpar porque hace mal tiempo en el estrecho. Y le pregunta qué pasa con el libro de las profecías, un libro que escriben juntos y en el que van recogiendo todas las profecías en las que se podía anunciar que había unas tierras más allá. En otra, Colón le cuenta que le duelen las manos y no puede escribir”. Con un carácter difícil al que no ayudaba una salud complicada (con 40 años ya era un enfermo crónico con artritis y y fuertes dolores de espalda), fray Gaspar de Gorricio será de sus pocos amigos y confidentes.

Una herencia histórica
Las célebres cartas de Colón llegaron a la actual casa de Alba cuando uno de sus antepasados, Jacobo Fitz-James Stuart y Burgh, precisamente el duque (de Berwick, todavía no de Alba) que pondría en marcha la construcción del palacio de la actual calle Princesa, se casó en 1716 con Catalina Ventura Colón de Portugal y Ayala, duquesa de Veragua. La familia de ésta era descendiente, y por tanto heredera, del conquistador, y la duquesa aportó al matrimonio, entre muchas cosas, un gran archivo de documentos y objetos americanos, cartas incluidas. Entonces eran más de 40, pero hubo una parte que acabaron en el Archivo de Indias cuando, tras la resolución del pleito de Veragua en 1790, después de tres siglos de litigio, la casa tuvo que devolver buena parte de aquellos bienes, pero las 24 cartas quedaron traspapeladas y, por la tanto, en sus manos.

Otro tema que recuerda la muestra es la falta de consenso sobre qué apariencia tenía el navegante, al que se define aquí como ‘el hombre sin rostro’. De los cientos de retratos suyos que se conocen, ninguno puede considerarse auténtico. Su imagen, además, va mutando a lo largo de los siglos: a veces es rubio y otras castaño, con nariz aguileña o más bien chato… En la exposición de Liria se recogen varios: en el más grande y espectacular, del siglo XVIII, el supuesto Colón aparece con lechuguilla (el collar de tela en torno al cuello tan típico del siglo de oro) y unos ropajes que no se corresponderían con la época en que vivió.

Más allá de Cristóbal Colón, la otra gran protagonista de la exposición organizada en Liria es Rosario Falcó y Osorio (1854-1904), bisabuela del actual duque y que, como explica Álvaro Romero Sánchez-Arjona, director cultural de la Fundación Casa de Alba, “es una noble que se va a salir de los estándares de la época, porque es una gran documentalista, va a organizar los archivos y además los va a publicar. Ella le decía a un académico que se avergonzaba de cómo España había organizado el cuarto centenario de América, pero sin duda las publicaciones que ella llevó a cabo en aquel momento [en 1892 edita en tomos facsímil muchos de los documentos que estaban en el archivo familiar] aportaron luz a ese periodo”. Rosario llegó a ser candidata a miembro de la Real Academia de la Historia, pero un gremio casi totalmente masculino se lo acabó impidiendo.

El archivo en torno a la figura de Colón y sus descendientes y las obras de arte repartidas por todo el recorrido, desde los retratos del navegante o de diferentes miembros de las casas de Berwick y Alba a lo largo de los siglos hasta escenas de la vida en la América de la conquista, no son los únicos tesoros que los visitantes podrán encontrar en la exposición. Una sala está dedicada a otro importante fondo documental, el Nobiliario de Indias, que lo conforman más de doscientos escudos de armas de la época y que eran concesiones que, por méritos diversos, concedían los reyes “a ciudades americanas, a españoles conquistadores pero también a la nobleza indígena: una serie de nobles que van a ser premiados e igualados por la corona”, cuenta Álvaro Romero. Un ejemplo es el hijo de Moctezuma, al que se le concede la cédula real «por sus servicios y los de su padre que ayudó y favoreció a D. Hernán Cortés a conquistar y pacificr las provincias de la Nueva España», se indica junto al documento. Hasta ahora, solo los especialistas habían tenido acceso a estos fondos, que se exponen por primera vez.

Escudo de Moctezuma con el que se le concedía lo condición de noble al hijo del emperador mexica. / FUNDACIÓN CASA DE ALBA. PALACIO DE LIRIA

El más pequeño de los espacios reúne arcas, baúles y diferentes objetos relacionados con la conquista y producidos a lo largo de los siglos en aquel continente, pero siguiendo los esquemas españoles. Romero destaca un arca del virreinato de Nueva España, el territorio que tenía su capital en la actual Ciudad de México. “A los españoles les llama la atención muy pronto la calidad de las maderas americanas por su resistencia a los insectos xilófagos, y también les gusta que huelen muy bien. Y ahí van a incorporar elementos como el carey, que es del Pacífico, o la plata de México”. Lo más curioso de todo, sin embargo, son unas pequeñas bandejas que tienen encima un cilindro. En él se introducía la jícara, la vasija en la que los españoles tomaban el chocolate muy caliente cuando este se puso de moda en el siglo XVII. El cilindro servía para sujetarlo sin quemarse. A ese objeto se le llama Mancerilla, y desde el otro lado de la sala lo mira el Marqués de Mancera. Tal era su pasión que bautizaron el cacharro con su nombre.

Fuente: el Periódico de España.

Jacobo de Arce.

 

Continue Reading

Cultura

Urtasun prepara un plan para llenar con colegios las salas de cine por las mañanas

l ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha anunciado en una entrevista con EFE un plan para que los colegios llenen las salas de cine por las mañanas, iniciativa con la que se busca por un lado crear una cultura cinéfila en los más pequeños y por otro ayudar a las exhibidoras.

El titular de Cultura, que ha recordado que esta iniciativa se lleva a cabo con éxito en Francia, ha encargado para ello un programa piloto en el que ya está trabajando el director general del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), Ignasi Camós.

El programa ‘École et Cinéma’ se implementó en el país vecino en 1994 en la escuela elemental (de seis a nueve años) y en 2022 se amplió a la maternal (entre cinco y seis). Consiste en que los alumnos asistan como mínimo a tres proyecciones determinadas por curso, una por trimestre, con un precio de tres euros la sesión (este año por ejemplo incluyen la reciente ‘Wallace y Gromit’ o ‘Las aventuras del Príncipe Ahmed’, de 1926).

Se trata de uno de los planes que el ministro tiene en mente para acercar la cultura a toda la población, a todos los barrios y pueblos, una de sus obsesiones, confiesa este barcelonés de 42 años, que llegó en noviembre de 2023 como miembro de Sumar al Ejecutivo de coalición de Pedro Sánchez.

Plan Integral de Infraestructuras Culturales (Pitec)
Y para esto también prepara otras iniciativas importantes de cara a los próximos presupuestos generales del Estado. Una de ellas es la elaboración del Plan Integral de Infraestructuras Culturales en España (Pitec), «un mapeo de todas las infraestructuras culturales para asegurarnos que todo ciudadano en España tenga a menos de equis kilómetros un teatro, un cine, etcétera», ha explicado.

Basándonos en este mapa de todos los equipamientos culturales autonómicos, municipales y estatales, «orientaremos las inversiones que haremos el año que viene», ha afirmado, para tirar el muro geográfico que impide el acceso de amplias capas de la población a las artes.

En cuanto a la quizá aún más fundamental barrera económica, Urtasun asegura que se están estudiando en el marco de los presupuestos más iniciativas tras el éxito del bono cultural (400 euros para quienes cumplen los 18 años) y del cine senior (entradas a dos euros los martes para mayores de 65 años).

«Es verdad que la cuestión de superar la barrera de la renta me obsesiona», ha confesado el titular de Cultura, que ha aprovechado para animar a los jóvenes que aún no lo hayan hecho a solicitar la ayuda para adquirir productos culturales.

Fuente: El Periódico de España.

Continue Reading

Cultura

El Museo de Historia Natural de Londres reimagina su entrada con un viaje interactivo de más de 2.700 millones de años

El acceso al icónico edificio, situado en el corazón de Londres, ha dejado de ser simplemente un tránsito hacia las exhibiciones. Ahora, los visitantes son recibidos con un trayecto que resume la evolución natural del planeta de una manera que capta la atención de ciudadanos curiosos que visitan el museo diariamente. Keith Jennings, director de proyectos del museo, reconoce el desafío de comunicar un periodo de tiempo tan extenso. «Es complicado tratar de explicar un tiempo tan remoto como 2.700 millones de años», comenta. En esa época, la vida en la Tierra era exclusivamente microbiana, sin rastro de las plantas o animales que conocemos hoy.

La nueva entrada
El sendero, adornado con rocas milenarias y vegetación como helechos, refleja épocas cruciales en la historia del planeta, como el periodo Pensilvánico, cuando los bosques de carbón fueron destruidos debido al aumento de dióxido de carbono en la atmósfera. Cada metro recorrido en este sendero representa unos cinco millones de años, una escala que permite a los visitantes comprender eventos catastróficos como erupciones volcánicas y extinciones masivas.

En el punto medio del recorrido, los visitantes se encuentran con una imponente réplica del esqueleto de un dinosaurio Diplodocus, apodado Fern. Este saurópodo herbívoro, de 22 metros de largo y cuatro de alto, es una de las principales atracciones, especialmente para quienes buscan la foto perfecta: «Los visitantes pueden caminar alrededor de él e incluso pasar por debajo, algo que no es posible dentro del museo», señala Jennings, lo que permite imaginar el tamaño real de estos gigantes que dominaron la Tierra durante la era Mesozoica.

A lo largo del recorrido, se destaca la coexistencia de los dinosaurios con otras formas de vida, como una pequeña criatura similar a una musaraña que se esconde en el jardín, símbolo de la vida que sobrevivió hasta la extinción masiva causada por el impacto de un meteorito hace 66 millones de años. La historia continúa con la recuperación de la vida tras la colisión del asteroide. Jennings señala cómo las plantas con flores comenzaron a aparecer en esa época, seguidas de los primeros primates y, eventualmente, los humanos. «Hemos estado aquí un periodo corto de tiempo, sólo unos pocos pasos hasta la puerta», reflexiona Jennings, destacando la fugacidad de la presencia humana en la historia de la Tierra, equivalente a dos millones de años en la escala del museo.

El reto del calentamiento global

El recorrido también aborda la influencia humana en el futuro del planeta, especialmente en relación con el cambio climático. El museo anticipa un futuro en el que el calentamiento global permitirá que plantas típicas de climas mediterráneos, como higos, almendros y olivos, puedan cultivarse en Inglaterra. Jennings subraya el desafío del calentamiento global y la necesidad de adaptación, independientemente de si se alcanzan o no los objetivos ambientales. Esto se relaciona con el último informe de las Naciones Unidas, que advierte que los planes de acción actuales son insuficientes para cumplir con el Acuerdo de París, cuyo objetivo es limitar el aumento de la temperatura global a menos de 1,5 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales.

A pesar de los desafíos, Jennings mantiene una perspectiva optimista: «En el museo, somos optimistas de que se cumplan los objetivos y que tanto el planeta como la humanidad sobrevivan. Es una historia esperanzadora la que contamos aquí».

Fuente: El Periódico de España.

María Gámez.

Continue Reading

Tendencia